Es habitual que llegado a una edad, o cierta etapa de la vida como puede ser la jubilación, se sufra o se sienta mal por el pasado que se perdió o la sensación de no haberlo aprovechado. La angustia también puede aparecer por el futuro que se teme no saber aprovechar o perder. El reconocimiento del paso del tiempo, la aceptación de la etapa final de la vida, la conciencia de vulnerabilidad, pueden representar una crisis en la vida del adulto, crisis que exige un nuevo trabajo psíquico, que consiste en elaborar los duelos por las diversas pérdidas que están implicadas. Aceptar lo nuevo, aventurarse a descubrir, transitar, intercambiar y sobre todo aportar desde la experiencia vivida.